La palabra “obediencia” no encaja mucho en la mente de las personas que no tienen a Dios . De una manera u otra, la relacionan con falta de libertad. Pero, lo que más desea la persona es ser libre, vivir sin cercas ni rejas, ni prohibiciones ni nada parecido. Por lo tanto, la obediencia parece no formar parte de un diccionario moderno. Estoy hablando de la obediencia a Dios porque, cuando se trata de obedecer a los hombres, nadie duda en someterse a las reglas.
Pero, cuando se trata de Dios, las cosas cambian. “Soy libre”, parece ser el grito desesperado del pueblo de Dios en nuestros días; “Nadie tiene que decirme lo que debo hacer o no hacer”; “Cada uno sabe lo que es bueno”. Sin embargo, en el mundo espiritual las cosas no son diferentes del campo de deportes o del trabajo: la organización y la obediencia son parte del orden, y Dios es un Dios de orden.
En el momento de la Creación, el Espíritu se movía sobre la tierra, desordenada y vacía. Su propósito era colocar la tierra en orden. Esto muestra que tú saliste de las manos de un Dios de orden, y jamás podrás ser completo y feliz si no regresas al orden. La obediencia es parte del orden.
En tiempos de Josué, el pueblo se encontraba ante el enorme desafío de conquistar la Tierra Prometida. Aquella tierra era el glorioso destino al cual Dios quería conducir a su pueblo; con ese propósito lo había liberado de la esclavitud de Egipto. Pero, Dios sabía que, sin orden, nadie llega a ningún lugar. Por eso, Josué desafió a su pueblo al orden y a la obediencia, y su respuesta fue unánime y positiva.
La obediencia puede llegar a ser un reto, especialmente cuando somos tentados a creer que sabemos más que Dios acerca de nuestros circunstancias. Sin embargo, obedecer a Dios es esencial para agradarle-NO solamente en tiempos de profunda y seria tentación, sino en momentos en los que se nos presentan pruebas simples de esta virtud, llamada obediencia.
De hecho, no hay un sólo momento en el que la obediencia pierda su importancia, o sea, menos importante delante del Señor. Parecería ser más difícil obedecerle en lo que tiene que ver con situaciones que han sido claramente definidas en Su Palabra, mas Dios demanda nuestra obediencia en cualquier circunstancia de nuestra vida.
Pronunicar una llamada "mentirilla blanca" puede ir en detrimento de nuestro bienestar espiritual, tanto como consentir el adulterio o el robo. Cuando Dios nos ordena que le obedezcamos está brindándonos un principio por el cual podemos vivir. También está colocando
un marco de protección alrededor de nuestras vidas, marco que crea un límite protector en contra del maligno.
Puede usted recordar la última vez aque fue tentado a hacer exactamente lo opuesto de lo que Dios deseaba?
En lo profundo de su ser, probablemente entendía qué era lo correcto, pero una lucha se desataba allí dentro. La pregunta: Debería obedecer a Dios y agradarle o desobedecerle y esperar que no se haya dado cuenta?. Cuando escogemos obedecer a Dios, escogemos el camino sabio. También es el camino que debemos de toma.Algunas personas piensan que la obediencia, como algo que le corresponde hacer a sus hijos o a los jóvenes. Presumen que otros, especialmente la juventud actual, necesitan aprender a ser obedientes. Pero, la obediencia es crucial en cada nivel de la madurez. Tu y yo debemos aprender a ser obedientes.
Estamos realmente afinando nuestro sentido de escucha, y escuchando lo que Dios nos está hablando a través de las Sagradas Escrituras? Cuá obediente somos ante lo que nos dice el Señor que debemos ser?.
Tu Padre conoce el camino mejor que tú. Obedécelo, colócate en sus manos y déjate conducir por él. Y hoy, antes de correr en pos de tus sueños, recuerda lo que dice Josué: “El pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos y a su voz obedeceremos”.
Le animo a que continue estudiando sobre la obediencia mañana.
Fraternalmente,
Su amiga y hermana en la fe en Cristo Jesús
Hellen Peralta