
¿Qué es la confianza en Dios? Es ponerlo todo
bajo sus cuidados, su sabiduría, su fidelidad. Para poner esto en práctica, es
preciso conocerle, conocer su amor, del cual nos ha dado la prueba suprema por
el don del Señor Jesús. “Nosotros hemos conocido
y creído el amor que Dios tiene para
con nosotros” (1 Juan 4:16).
La confianza es relativa al amor. Es decir,
podemos confiar en alguien en la medida en que conocemos su amor e interés
hacia nosotros. Dios nos ha amado con un amor sin límite, por lo tanto tiene
derecho a una total confianza de nuestra parte: “Confía en Jehová con todo tu corazón”.
Confiar en Dios es tanto un privilegio como un
deber para sus hijos. Sería, pues, normal y justo que tuviéramos confianza en
él en todo tiempo. Pero, desgraciadamente, muchas veces el Señor tiene razones
para decirnos como a sus discípulos de antaño: “¿Dónde está vuestra fe?” (Lucas
8:25). El recelo que fue sembrado en el corazón de nuestros primeros padres
tiene en nosotros raíces tan profundas que se precisa la sonda divina para
descubrirlo y la energía renovada del Espíritu Santo para extirparlo; y
mientras estemos aquí en la tierra, tendremos que seguir luchando contra
nuestra propia incredulidad.
La exhortación a confiar en Dios está
acompañada, en nuestro texto, de una advertencia oportuna para todos y
especialmente para los jóvenes: “No te apoyes en tu mismo entendimiento”. Esto
no quiere decir que nuestro entendimiento o inteligencia sea inútil, sino que
siempre debe estar subordinada a la voluntad de Dios. Somos tan rápidos en
forjar proyectos, en tomar decisiones, en comprometernos en diferentes
actividades, sin antes orar y sin dejarnos conducir por el Señor. Debemos
escuchar lo que nos dice la Escritura y no hacer nada sin ponernos en las manos
de Dios, pues, se nos dice que “no hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo,
contra Jehová” (Proverbios 21:30).
“Tenle presente en todos tus caminos”. La forma
de esta exhortación, ¿no nos deja entrever que, aun estando en relación con
Dios, corremos el peligro de conducirnos como si no le conociéramos?
Reconocerlo en todos nuestros caminos es poner delante de él todas las cosas.
Cuanto más ponemos en práctica este privilegio, mejor nos sentimos. Nunca un
creyente ha tenido que lamentarse de haber confiado en Dios, mientras que la
confianza en la carne ha sido la causa de muchas penas.
En cada camino nuevo es preciso conocer al
Señor, es decir, invocarle, escucharle y obedecerle; de lo contrario nos
exponemos a merecer el reproche dirigido por Elías a los mensajeros de Ocozías:
“¿No hay Dios en Israel, que vais a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón?” (2
Reyes 1:3). Si no oramos, nos conducimos como si Dios no existiera; y aunque no
consultemos directamente a los malos espíritus, nuestra independencia en cuanto
a Dios así como nuestra propia voluntad nos entregan a la influencia de ellos.
Le insto que siga confiando en Dios, El es siempre fiel!!
Con amor en Cristo Jesús!!!
Su amiga y hermana ,
Hellen Peralta